martes, 20 de febrero de 2024

DENDRITAS: PUNTO DE ENCUENTRO DE LA CIENCIA CON EL ARTE


Instalado en el palacete Scheffer-Renan, al musée de la Vie romantique se accede por una brecha arbolada en el número 16 de la parisina rue Chaptal. 

Es un museo pequeño pero con mucho encanto, dedicado a la renovación artística que provocó el Romanticismo en la Europa de principios del siglo XIX.  Ubicado en la margen derecha de París, el que en aquella época se denominó barrio de la Nouvelle Athènes se convirtió en el centro neurálgico de artistas, escritores y actores cuyas obras se caracterizaron por la sensibilidad, la expresión de los sentimientos y la melancolía románticas.

Queriendo conjugar todas las artes para lograr que técnicas y disciplinas se nutran unas de otras, el Romanticismo concibe el mundo como un organismo en su conjunto y esta óptica integradora queda perfectamente reflejada en la política del museo. Cuando lo visité, el museo acogía una exposición de Françoise Petróvich en torno al tema del paisaje y del sentimiento amoroso, en una suerte de prolongación de la corriente romántica en la pintura contemporánea de esta artista.

Lo que no me esperaba en absoluto era toparme con varios cuadros de George Sand (1804-1876), que yo tenía catalogada únicamente como escritora, y mucho menos con descubrir que había usado una técnica pictórica llamada dendrita, que Françoise Pétrovich también aplica en alguno de sus cuadros, como el que representa a una mujer tirándose del pelo en tonos rojos y rosados.  Yo, que tenía almacenada la palabra "dendrita" en el cajón de la neurociencia en primer lugar, y de la geología en segundo lugar, me quedé atónita cuando me vi frente a estas dendritas pictóricas.


" Dendrite : paysage imaginaire " (George Sand, hacia 1874) Acuarela sobre papel - Musée de la vie romantique


"Dendrite" (Françoise Petróvich, 2022) - Tinta sobre papel lavis 

En realidad, estas obras de George Sand y de Françoise Petróvich no tendrían que haberme sorprendido tanto, porque ya a finales del siglo XIX el genial Santiago Ramón y Cajal había dibujado bellísimas neuronas y detallado perfectamente sus dendritas correspondientes, realizando un trabajo que además de ciencia es puro arte. Por eso, los dibujos cajalianos siguen inspirando a artistas contemporáneos, como Natalia Bienekque hace interpretaciones abstractas de la belleza de las redes neuronales del cerebro humano.

Neurons II (Natalia Bienek, 2018)
Acrílico y pan de oro sobre lienzo - 70 x 100 cm

Cuando estudiaba biología archivé las dendritas dentro del cajón de la biología, concretamente de la neurociencia, pues así se denominan las ramificaciones que rodean el cuerpo (soma) de las neuronas. En aquella época aprendí que es en las dendritas donde una neurona recibe la información que le llega a través del fino eje neuronal (axón) de otra, pero los avances de la neurociencia han descubierto que  la "conversación" entre ambas neuronas ocurre en el pequeñísimo intervalo que las separa (denominado sinapsis por Sir Charles Scott Sherrington en 1897) y que esta "charla" no puede ocurrir sin la intervención de otra célula nerviosa mucho menos popular que la neurona: el astrocito.




En las clases de geología de la universidad volvieron a aparecer las dendritas, pero esta vez para describir las concreciones minerales oscuras con forma de hojas de helecho que suelen verse en ciertas rocas calizas, cuando por sus juntas y fisuras ha fluido agua cargada en hierro y manganeso. Aunque podríamos pensar que se trata de fósiles, son formaciones minerales sin ninguna relación con organismos vivos.  

Había olvidado que también dendrita es un término de las ciencias de los materiales, sobre todo la metalurgia. En este campo, las dendritas están asociadas con los procesos de solidificación. Sabía que los copos de nieve resultan de una solidificación muy rápida del agua atmosférica, pero no recordaba que las ramificaciones arborescentes que presentan pueden ser dendríticas. Asimismo, durante la fase de solidificación de la mayoría de las aleaciones metálicas se crean diminutas formas cristalinas muy parecidas al ramaje o las raíces de un árbol  (la palabra dendrita viene del griego dendron [δενδρον], que significa árbol), cuyo tamaño, forma y orientación determinará las propiedades mecánicas (resistencia, elasticidad, dureza) y de durabilidad del material metálico.

Intrigada por la acepción pictórica de la palabra dendrita, parece que George Sand se inspiró en los métodos del pintor británico de origen ruso Alexander Cozens (1717-1786), que fue profesor de dibujo en el prestigioso Eton College británico entre 1763 y 1768. En su obra de 1765 "A Treatise on Perspective and Rules for Shading by Invention" Cozens ya instaba a sus alumnos a "inventar paisajes" donde la simple composición de formas provocara emociones e ideas y en "A New Method of Assisting the Invention in Drawing Original Compositions of Landscape", publicado en 1785, describe su técnica de la mancha o el borrón (blot technique). Parece que Cozens alumbró esta técnica tras su estancia en Roma junto al paisajista francés Claude Lorraincuyo dominio de la luz se anticipa al que años más tarde lograron los impresionistas. 


En el siglo XX, también la técnica del frottage (frotado) del surrealista Max Ernst arranca de la idea de crear texturas que sirvan de inspiración artística, en este caso reproduciendo sobre el papel las irregularidades de cualquier superficie rugosa sobre la que se coloca. Liberado del miedo a la hoja en blanco, el artista puede entregarse a la libre interpretación de las formas y texturas obtenidas para crear  obras pictóricas, como las de sus colecciones "Bosques" e "Historia Natural". La mancha también pasó, a principios del siglo XX, a formar parte de las herramientas psicodiagnósticas de la mano del psiquiatra Hermann Rorschach, creador del archiconocido test de manchas de tinta que lleva su nombre... pero esa ya es otra historia que volvería a llevarnos al cerebro y las dendritas de las neuronas que alberga. 

En el musée de la Vie romantique explican que George Sand coloreaba con gouache o acuarela un papel que después presionaba con mayor o menor intensidad con otro para interpretar después las manchas resultantes a su antojo y, al retocarlas, convertirlas en paisajes imaginarios que, en ocasiones, completaba con siluetas dibujadas.   

Actualmente circulan por la red cientos de vídeos donde se describen los asombrosos resultados del dendritic painting con algo de pintura entre dos superficies lisas (vidrio, azulejos, etc.) y papel. El fenómeno físico (descrito en 1958) que está detrás de estas ramificaciones tan vistosas se denomina "inestabilidad de Saffman-Taylor". Las digitaciones viscosas que produce este fenómeno aparecen cuando se desestabiliza la interfaz entre un fluido que empuja a otro de mayor viscosidad dentro del fino canal lineal o "célula de Hele-Schaw", como la que crean dos vidrios superpuestos. El fluido menos viscoso penetra en el fluido invadido formando protuberancias, aparentemente irregulares, que se subdividen repetidamente y en algunos casos forman patrones regulares de tipo fractal. Los fractales son objetos geométricos en los  que se repite el mismo patrón a diferentes escalas y con diferentes orientaciones.

La pintura dendrítica es un ejemplo perfecto de lo fácil que es producir experimentalmente una inestabilidad gracias al juego entre tensión superficial y viscosidad de dos fluidos y de lo complejísimo que resulta analizar la belleza fractal del resultado. Una belleza que rubrica la interdependencia de la ciencia y el arte y unas dendritas que establecen las sinapsis que nos permiten disfrutarla.




domingo, 22 de mayo de 2022

RAZAS GANADERAS AUTÓCTONAS: LAS CENICIENTAS DE LA BIODIVERSIDAD

22 de MAYO, DÍA INTERNACIONAL DE LA BIODIVERSIDAD

El cambio climático ocupa portadas y abre telediarios. Y con razón.  

Sin embargo, el calentamiento global no debería hacernos olvidar otros aspectos de la crisis medioambiental que, como la pérdida global de biodiversidad, son igual de urgentes. Además, cambio climático y pérdida de biodiversidad son causas y consecuencias recíprocas. 

Cara y cruz de nuestra supervivencia como especie.

Fotografía de Rebe Pascual en Unsplash

Comprender por qué hay que preservar la biodiversidad es más complicado que entender por qué no debe aumentar la temperatura del planeta. Y quizá por eso el estudio del Instituto Internacional para el Medioambiente y el Desarrollo advierte en The Lancet que la biodiversidad es mucho más que el triste destino al que están abocados elefantes, osos polares o exóticas lianas amazónicas. Nos encogen el corazón las historias de especies salvajes icónicas en peligro de extinción, pero nos han alejado de otras realidades muy próximas, como la vertiginosa desaparición de razas autóctonas de ganado, las cenicientas de las políticas de conservación de especies.

La Cumbre de la Tierra de 1992 identificó la variedad de plantas cultivadas y animales de granja como uno de los pilares básicos de nuestra seguridad alimentaria, pero hasta 2019 no se ha elaborado el primer informe mundial sobre esta «agrobiodiversidad». Un informe que advierte que la desaparición de estas especies que nos alimentan, silvestres —como plantas comestibles, abejas o microorganismos— o domésticas —como las 7745 razas ganaderas locales en el mundo, de las que un 26 % está en riesgo de extinción— es irreversible. Una pérdida que afecta especialmente a las zonas rurales y a las mujeres de países pobres, infravaloradas como guardianas de esta riqueza animal.

Las especies agrícolas y ganaderas son menos mediáticas que sus parientes silvestres. Despreciadas desde que el hombre del Neolítico comenzara a domesticarlas para alimentarse, y con ello comenzara a transformar su entorno natural, han recibido la puntilla con las prácticas intensivas de un sistema globalizado de distribución a larga distancia y gigantes agroalimentarios. Pueblos que se vacían, espacios naturales sensibles que se recalifican en urbanizables, bosques autóctonos que se talan, agricultura y ganadería rurales poco lucrativas, incendios forestales cada vez más numerosos que aceleran la desertificación y la degradación del suelo. Se ha desmantelado un modelo campesino sostenible que la protección de razas ganaderas autóctonas permitiría restaurar.

Para no confundir churras con merinas, hay que recordar que el modelo intensivo que denuncian distintas asociaciones ecologistas nada tiene que ver con la ganadería tradicional, y aunque esta también contribuye en menor medida a la emisión de gases de efecto invernadero, es una de las primeras víctimas del calentamiento global. Disponer de razas rústicas con material genético adaptado a condiciones ambientales extremas es fundamental frente a un futuro climáticamente incierto y una población cada día más numerosa. Además, el medio rural custodia la mayor parte de los recursos naturales de un país y juega un papel clave, tanto para atrapar el CO2 que calienta la atmósfera, como para atenuar sequías, prevenir incendios forestales o frenar la degradación del suelo. Por eso, defender las razas ganaderas autóctonas no es ningún sinsentido ecológico.

Las razas ganaderas autóctonas preservan además la historia de los usos del campo y una tradición de saberes complejos transmitidos de generación en generación, frecuentemente por mujeres. Y esto también es biodiversidad, no natural pero sí cultural. Para Antonio Molina Alcalá, del departamento de Genética de la Universidad de Córdoba, una raza ganadera «es un patrimonio vivo de la humanidad que tiene el mismo derecho a ser preservado que un resto arqueológico, una lengua o un edificio histórico», pero sobre todo, una oportunidad de revitalizar el campo con un modelo de desarrollo que perpetúa ecosistemas tan valiosos como las dehesas o los prados. Unos espacios naturales tan profundamente intervenidos por el hombre que preservarlos depende, precisamente, de que siga haciendo en ellos lo que tradicionalmente ha hecho durante siglos. La Red Natura 2000 busca justamente proteger espacios que salvan especies y viceversa para crear un círculo virtuoso de conservación de biodiversidad y hábitats en Europa.

En la cántabra Dehesa La Lejuca María y Lucio lamentan que la ganadería sobreviva gracias a las ayudas. Son uno de tantos ejemplos de ganaderos que tratan de invertir la tendencia apostando por un modelo extensivo de producción, en su caso también ecológica y certificada, con vacas de raza Tudanca (autóctona y en peligro de extinción). Para ellos «comer bien es un derecho» y, alimentando a sus Tudancas solo con pastos, obtienen carne excepcional y «de temporada». Eliseo Jiménez está jubilado, pero sigue enamorado de unas vacas Berrendas que cría contra viento y marea en Navahondilla (Ávila). No se cansa de alabar su mansedumbre y su nobleza, la calidad de su carne —«mejor que la Angus»— y sigue asombrándose cuando gatean como cabras en busca de pasto. Pero se queja de que solo sea rentable criarlas para «vida» (ejemplares de raza pura vendidos como reproductores) y no para «carne». Esto lleva a muchos ganaderos a cruzarlas indiscriminadamente con otras más productivas, como las razas autóctonas de fomento o extranjeras integradas, lo que desvirtúa la pureza de las razas locales y favorece el abandono de su explotación, hasta que terminan por desaparecer.

Cristóbal Yuste lleva criando ovejas de la raza Merina de Grazalema toda la vida y para él «el campo se está poniendo mayor» porque el problema, dice, «es un relevo generacional que brilla por su ausencia» aunque «la ganadería es la que ha hecho el parque natural [de la Sierra de Grazalema]». Miguel Gil, consultor y asesor del programa europeo Bioheritage para la protección de los espacios naturales y el ganado autóctono recuerda que «esas razas [autóctonas] han sido la clave para crear los espacios naturales protegidos tal y como los conocemos». Investigadores españoles e italianos atribuyen la particular biodiversidad de la Península Ibérica justamente a esta histórica interdependencia de ecosistemas naturales y actividad humana. También el estudio liderado por Elena Velado Alonso parece confirmar que los usos ganaderos extensivos y sostenibles de la España peninsular han producido una gran diversidad de razas autóctonas cuya explotación favorece y mantiene, a su vez, la biodiversidad silvestre. Biodiversidad silvestre y agrobiodiversidad son, por lo tanto, dos caras de la misma moneda.

El Catálogo Oficial de Razas de Ganado lista todas las razas ganaderas «reconocidas, utilizadas y que son objeto de un programa de cría en España por su interés económico, zootécnico, productivo, cultural, medioambiental o social». Oficialmente son 161 razas autóctonas, de las que 135 están en peligro de extinción y es el Programa Nacional de conservación, mejora y fomento de las razas ganaderas el que coordina las acciones de gestión, conservación y mejora del patrimonio genético de las razas españolas, a través de usos sostenibles e integrados en la socioeconomía local. 

Las medidas de conservación pueden buscar conservar la raza explotada en su ambiente característico (in situ) o constituir una «copia de seguridad» del material genético de las razas autóctonas ex situ para restaurar la población si se pierde variabilidad por consanguinidad (en poblaciones demasiado pequeñas) o se extingue. Para conservar esta muestra genética hay dos opciones, en los llamados «bancos de germoplasma» a bajísima temperatura o gracias a los «rebaños de seguridad» de animales de pura raza mantenidos fuera de su ambiente original para evitar su desaparición. Se busca estudiar, desarrollar y utilizar a lo largo del tiempo la diversidad genética de razas autóctonas para conservar genes únicos de resistencia a enfermedades, estrés térmico, humedad extrema, sequía o de aprovechamiento de pastos pobres. El objetivo es poder hacer frente a condiciones climáticas desfavorables con estas «copias de seguridad» y las técnicas de los laboratorios de genética molecular animal.


El
proyecto Bestiarium del fotógrafo José Barea es una forma artística, pero igualmente eficaz, de preservar este patrimonio vivo, porque además de fantásticos retratos de animales de nuestras razas autóctonas, invita a «reflexionar sobre el distanciamiento, cada día mayor, entre el mundo rural y el urbano».

A pesar de todo, son demasiadas las razas autóctonas que están a punto de desaparecer en España, porque crear o mantener una explotación ganadera de estos animales es como una carrera de obstáculos y, como advierte la Federación de Asociaciones de Criadores de Razas Autóctonas en su página web, el propio ganadero es «quizás, una de las especies más en peligro de desaparecer».

Exposición del proyecto «Bestiarium», de José Barea

La cría de animales en el campo compite con actividades locales industriales o del sector servicios más lucrativas. Pero su gran enemigo son las explotaciones intensivas que crían a escala industrial razas extranjeras o autóctonas más o menos cruzadas. Son estos cruces dirigidos únicamente a maximizar los beneficios económicos en términos de productividad los que, según la FAO, suponen la mayor amenaza para el patrimonio genético del ganado autóctono puro. Aunque la explotación en régimen extensivo o semiextensivo de las razas rústicas autóctonas produce menos en cantidad, sus productos tienen un gran valor añadido en términos de calidad nutricional, gustativa y de bienestar animal, además de la ya comentada protección de usos sostenibles en territorios biodiversos.

Desde 2013 existe en España un etiquetado «100 % Raza Autóctona» para promover el consumo de estos productos, pero debe acompañarse de medidas que inciten a elegir y explotar localmente estas razas, porque convertir una cabaña cruzada en pura requiere de seis a siete años. Cuando una raza no es competitiva o no se puede seguir explotando en su hábitat tradicional, sin incentivos se extingue. Las acciones deben crear un mercado rentable, pero sobre todo estable, para productos como carne, leche y sus derivados, huevos, lana, piel, cuerno, etc. de calidad excepcional. Y aprovechar la oportunidad para vincular estas explotaciones ganaderas con actividades de turismo sostenible o de transformación a escala local.

Criar animales autóctonos de pura raza obliga a ciertos trámites administrativos que, aunque pueden ser fastidiosos, son la mayor garantía de protección del ganadero frente al fraude y el modo de recibir las ayudas e incentivos autonómicos, nacionales y europeos que la apoyan. Al fastidio administrativo, se suma la pesadilla de que algún animal dé positivo en los controles sanitarios de las enfermedades de los rumiantes sujetas a programas de erradicación, como la tuberculosis y la brucelosis.

Un positivo en un rebaño obliga al sacrificio preventivo del ejemplar para cortar la cadena de contagios, pero como explica Marisol López Hernández, coordinadora de las Campañas Oficiales de Saneamiento en la provincia de Ávila, «en el caso de los inscritos en el libro genealógico de la raza, la indemnización por el sacrificio obligatorio de una res positiva se incrementa respecto a la que reciben por las no inscritas». Para eliminar el agente infeccioso del medio natural, algo vital para que sobreviva el ganado autóctono, la vigilancia y el control se extienden además a los animales sacrificados en matadero, a la fauna silvestre (ciervos, jabalíes, tejones…) y al ganado caprino. Castilla y León fue pionera en España cuando, en 2013, puso en marcha el programa de erradicación de la tuberculosis caprina y, como comenta la veterinaria, «gracias a la perseverancia de los controles, en 2020, de un total de 2000 rebaños castellanoleoneses de cabras, solo hubo un caso confirmado de la enfermedad».

Chelo Gámez es un ejemplo de cómo un proyecto, que ella describe como «científico-romántico», de recuperación de razas autóctonas, en su caso el cerdo ibérico Rubio Dorado Gaditano en la serranía de Ronda, puede convertirse en un éxito económico. Esta economista jubilada de la Universidad de Málaga pretende ahora cerrar el ciclo de producción de productos del Rubio Dorado Gaditano para revitalizar la economía del valle del Genal, que también alberga una joya botánica en peligro de extinción: el pinsapo.

Es hora de defender una ganadería local, diversa, protectora de espacios naturales, oficios ancestrales y paisajes humanos únicos en nuestra geografía. Y quizá, como dice Cristóbal Yuste, sea una buena idea «crear una asignatura en las escuelas para que los críos vieran que el campo es productivo, que del campo sale todo». 


jueves, 11 de marzo de 2021

CARA Y CRUZ DE LA CIENCIA EN INTERNET


La ciencia es básica para fundamentar las decisiones que, como miembros de una sociedad, nos afectan a diario a todos. Por eso, los investigadores necesitan dar a conocer el fruto de su trabajo y comunicarse no solo con sus pares, sino con el público en general: tú y yo.

Para Esperanza García Molina, de la agencia SINC de noticias científicas de la FECYT, «entender el mundo de hoy exige cierto conocimiento sobre la ciencia, sus productos, su contexto y sus implicaciones», de modo que la cultura está gravemente incompleta sin la cultura científica».

Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han abierto un universo de posibilidades que ha cambiado totalmente el modo de generar, procesar, difundir y distribuir el conocimiento científico. 

La cara amable nos presenta Internet como una fuente de información, un medio de producir contenidos científicos (vulgarizados o no) y un canal para difundirlos, pero el reverso de la moneda despliega un abanico de advertencias sobre todo aquello que puede restringir el acceso, la difusión, la visibilidad o la confiabilidad de la información, sin olvidar la presión lingüística del inglés. 

Internet es una magnífica fuente de información, pero también lo es de desinformación. Aprendamos a ser consumidores reflexivos de contenidos, a contrastar datos y a profundizar en los temas que nos interesan.



 

jueves, 11 de febrero de 2021

OLAS DE CIENCIA EN FEMENINO

La tabla periódica de las científicas, de Teresa Valdés-Solís 

Hoy, 11 de febrero, se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Una fecha que la Asamblea General de Naciones Unidas fijó en 2015 para reconocer el papel esencial, pero poco o nada reconocido, que juegan las mujeres en la ciencia y la tecnología como herramienta de fomento de las vocaciones científicas y tecnológicas en las niñas.

Esta celebración es una forma de visibilizar a tantas mujeres científicas que acompañaron (acompañan y acompañarán) el progreso científico y técnico de nuestro mundo, pero que sin embargo nunca tuvieron su foto en nuestros manuales escolares, ni alcanzaron el prestigio social que sus homólogos masculinos en cualquiera de las épocas en las que rompieron moldes y abrieron camino. 

De los muchos proyectos orientados a favorecer la igualdad de visibilidad, medios, oportunidades y reconocimiento (tanto social como salarial) entre hombres y mujeres en los ámbitos de la ciencia y la tecnología, me parecen particularmente interesantes dos que traigo aquí.

Es difícil encontrar a alguien que pueda citar a científicas famosas que no sean Marie Curie o Jane Goodall, pero más triste aún es comprobar que no sabemos nada de nuestras investigadoras.

Para remediar la amnesia colectiva de científicas nacionales está el trabajo impulsado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y coordinado por cuatro profesoras de la Universidad Complutense de Madrid: Isabel Tajahuerce, Carlota Coronado, Yanna G. Franco y Elena Ramírez Rico. El proyecto, bautizado ¿Por qué tan pocas? Tecnólogas y científicas españolas a la luz, busca «construir una nueva cultura científica en la que las mujeres adquieran el protagonismo que les corresponde y crear nuevos referentes femeninos para niñas y adolescentes», y permite acceder a un largometraje (este es el teaser) y a veinte «píldoras audiovisuales» que acompañan a breves biografías. Es obligado compartirlo.

Lamentablemente, también en mi campo de la oceanografía y la biología marina es misión imposible pretender que alguien conozca a las pioneras de la exploración científica y técnica de los mares. Aunque aquí reconozco que ni siquiera la sociedad española sabe que fue en 1889 cuando se inauguró la Estación Marítima de Zoología y Botánica Experimentales de Santander, el primer centro español para el estudio científico del mar, y menos aún que en 1914 Odón de Buen fundó el Instituto Español de Oceanografía (IEO). Pero esto podrá ser el tema de otra entrada. 

Aquí me interesa resaltar la maravillosa iniciativa ceánicas, del IEO y la FECYT, que no solo presenta a las pioneras que desafiaron las costumbres de sus épocas para adentrarse en un mundo de hombres, sino que nos abre a la vida cotidiana de las oceanógrafas a través de blogs, entrevistas y actividades a través de una plataforma que pretende fomentar la pasión por la ciencia y la naturaleza. Con el plus de unas ilustraciones preciosas.

Un material fantástico para dejarse mecer por las dulces olas de la ciencia en femenino.

Suresnes, 11 de febrero de 2021

 

jueves, 19 de noviembre de 2020

GENIOS PARALELOS

                 


“Tesla” se asocia hoy en día con los coches eléctricos del mediático multimillonario emprendedor sudafricano Elon Musk, también implicado en una serie de controvertidos desarrollos aeroespaciales y relacionados con la energía eléctrica. En entornos tecnocientíficos, el tesla (T) es la unidad de densidad de flujo magnético del Sistema Internacional, un homenaje que la Oficina Internacional de Pesas y Medidas rindió al inventor Nikola Tesla, en su Conferencia General de 1960. “Sánchez” es el apellido de casi un millón de españoles, el séptimo más frecuente en España. Detrás de estos dos apellidos se esconden los perfiles de dos ingenieros que vale la pena descubrir, porque marcaron, cada uno a su manera, el primer tercio del siglo XX.

Mónico Sánchez Moreno nació en 1880 en un pequeño pueblo de la provincia de Ciudad Real cuando Nikola Tesla, un joven y prometedor ingeniero croata de 24 años llevaba cuatro años codeándose en Nueva York con el genial Thomas Edison. Sánchez, Tesla y Edison son excelentes ejemplos de cuán dependientes son el progreso y la evolución del hombre del ingenio y del espíritu creador de seres humanos excepcionales, capaces de concretar ideas e intuiciones en inventos y patentes que sientan las bases de las innovaciones tecnológicas posteriores, como las que sustentan la sociedad actual.

El paralelismo entre Nikola y Mónico es sorprendente, porque los dos tuvieron mentes privilegiadas, fueron genios adelantados a su tiempo y, quizá por ello, frecuentemente incomprendidos y siempre envidiados, permanentemente subidos a la montaña rusa del éxito y del fracaso. Ambos defendieron siempre que la ciencia y la tecnología fueran los pilares fundamentales sobre los que construir el progreso de la sociedad.

Nikola Tesla murió el 7 de enero de 1943, a los 86 años, en una habitación de hotel en Nueva York, solo y arruinado después de registrar en vida 300 patentes, descubrir el campo magnético giratorio, desarrollar un nuevo sistema para la generación y el transporte de energía eléctrica que generaba corriente alterna, explorar la tecnología de las radiofrecuencias y sentar las bases de la transmisión inalámbrica de comunicaciones que hoy utiliza la radio, la televisión, la telefonía móvil, el radar, el control remoto, Internet o el sistema wifi. Tampoco el 7 de noviembre de 1961 ningún periódico publicó la noticia de la muerte de Mónico Sánchez Moreno, un hombre que  salió de la España rural en 1903 para relacionarse con las figuras más relevantes del panorama científico y tecnológico de Estados Unidos y que le llevó a construir el aparato de rayos X portátil y corrientes de alta frecuencia que revolucionó el mundo de la electromedicina (Más de uno 16/10/2019, Ondacero).

Tesla partió de Europa para consolidar su talento de inventor apoyado en unos profundos y sólidos conocimientos matemáticos que puso al servicio de su colaboración inicial con el estadounidense Thomas Edison en Nueva York, antes de derrotarle en la “guerra de las corrientes” e imponer la corriente alterna como sistema más eficiente de transporte de electricidad. Desde la fundación de su primera empresa en 1885, Nikola trabajó en la iluminación pública de ciudades como Nueva York, fabricó bobinas, alternadores y motores de inducción, patentó diversos sistemas de corriente alterna mono y polifásica, experimentó con ondas de radio y corrientes de alta frecuencia, construyó sus primeros autómatas radiocontrolados e inició, en 1901, la construcción de la torre Wardenclyffe en Long Island (MIT) basada en una de sus ideas más revolucionarias y uno de sus mayores proyectos: construir un sistema global sin cables tanto para la comunicación como para la transferencia de energía, que denominó World System y que la comunidad científica de la época acogió como otro de los extraños experimentos de Tesla para demostrar teorías que consideraban irrealizables. Por enésima vez, los problemas financieros llevaron al traste este fantástico proyecto que concluyó, en 1917, con la demolición de la torre para saldar deudas. Visionario e inteligente como pocos, fue sin embargo incapaz de rentabilizar sus creaciones: George Westinghouse le hizo renunciar a los derechos de explotación de la distribución de corriente alterna a distancia y Guglielmo Marconi le arrebató el premio Nobel (en 1909) por el invento de la radio, cuya patente le fue tardíamente reconocida a Tesla en 1943 por la Corte Suprema de Estados Unidos (blog “Radio Tesla”; Instituto Nacional de Propiedad Industrial). A lo largo de lo que fue una vida jalonada por los altibajos de éxito, finanzas y credibilidad, la lucidez de Tesla le llevó a hablar de sus detractores en estos términos: “El presente es de ellos, pero el futuro por el que he trabajado es mío”.

También Mónico Sánchez Moreno fue un visionario que emigró a Estados Unidos para estudiar electricidad y, a su regreso, se convirtió en el innovador más destacado de la España anterior a 1936. Fue capaz de emprender con éxito y realizar sus proyectos en el Laboratorio Eléctrico Sánchez, una empresa de alta tecnología instalada en su Piedrabuena natal y creada de la nada en 1912 (junto con una central eléctrica), donde se construyeron los aparatos de rayos X portátiles que salvaron miles de vidas durante la I Guerra Mundial y que llevaron las técnicas radiológicas a cualquier lugar con una toma de corriente continua o alterna (MUNCYT; blog “Tecnología Obsoleta). En el Laboratorio Sánchez de Piedrabuena también se fabricaron tubos de Crookes para experimentación con la tecnología alemana más avanzada de la época, y de allí salieron gran cantidad de electrodos que funcionaban con su aparato de alta frecuencia y corrientes de alto voltaje, muy utilizadas por los tratamientos de electromedicina que había introducido el doctor Arsène D’Arsonval.  Sin embargo, la Guerra Civil española y sus consecuencias primero, y la II Guerra Mundial después, terminaron por ahogar un negocio que en otras circunstancias habría continuado siendo rentable. Fiel a su carácter emprendedor e inasequible al desaliento, abrió en su pueblo una fábrica de hielo, una gasolinera y, en los últimos años de su vida, incluso un cine. Injustamente desconocido del gran público, las 120 piezas del legado del Laboratorio Sánchez expuestas en la sede de Coruña del MUNCYT constituyen la mayor colección en España  de objetos de laboratorio de fabricación nacional y un modesto recordatorio de las figuras de la innovación española que es urgente rescatar del olvido.

Nikola y Mónico dedicaron su vida a hacer más fácil y segura la vida de las personas y, mucho antes de que Naciones Unidas estableciera sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, ambos pusieron su genialidad al servicio de la humanidad: Tesla soñaba con una sociedad desarrollada y comunicada con un sistema sostenible que aprovechara los recursos de la Tierra (ODS n.º 7, 9 y 11) respetando siempre la naturaleza (ODS N.º 12, 13 y 15), mientras que Mónico contribuyó a promover el bienestar y la salud en todas las edades y para todas las clases sociales (ODS N.º 3), a la vez que creó nuevas oportunidades de trabajo y mejoró los estándares de vida (ODS N.º 8) de la época. Ambos demostraron confiar en la ciencia como instrumento de progreso para reducir las desigualdades (ODS N.º 10) y la pobreza (ODS N.º 1) y, aunque la historia todavía no les haya dado la razón, siempre confiaron en la tecnología como instrumento de paz (ODS N.º 17).

Quizá cuando se logre la transmisión inalámbrica de energía y dispongamos de ella de modo gratuito y renovable el mundo sea mucho más humano y menos desigual.


Suresnes, noviembre de 2020