Acabo de publicar el artículo " Traduire l'environnement : une question d'écosystèmes " en la Revue Traduire de la SFT. Son reflexiones sobre la importancia del contexto a la hora de comprender en su globalidad los textos sobre temas medioambientales inscritos en el discurso científico. Como está en francés, dejo aquí un pequeño resumen de las ideas principales, y también de las imágenes. Cualquier pregunta o comentario serán bienvenidos.
En mi trabajo de traductora especializada, las "operaciones de reverbalización" deben acompañarse de una elaboración discursiva que vaya en el sentido de producir un texto fluido y perfectamente adecuado a su contexto. Es lo que Maggi (2019) denomina "textualización".
Nada de todo esto es posible sin COMPRENDER, de modo que el foco se desplaza entonces hacia el CONTEXTO, que el DRAE define así:
Hildo Honorio do Couto apunta a Edward Sapir como el primero que relacionó lengua y medio ambiente en una conferencia publicada en 1912, aunque no desde la perspectiva de la moderna ecolingüística, de modo que la idea de inspirarse de las ciencias de la vida, y en particular de la ecología o de la biología del medio ambiente para explicar el funcionamiento y la evolución de las lenguas o del lenguaje no es novedosa: muchos son los autores que han reflexionado sobre este tema desde que Einar Haugen publicara, en 1971, su "Ecología de la lengua", considerada la obra fundadora de los enfoques ecológicos en lingüística, más tarde bautizados como ecolingüística. Así es que la lingüística tampoco ha escapado a la proliferación, en los últimos años, de las palabras de la ecología en todos los campos del conocimiento, incluso en aquellos considerados (erróneamente) como poco o nada "científicos", como la economía o las ciencias sociales.
Con mi formación de bióloga y mi especialización en temas de medio ambiente, todas estas acepciones me traen inevitablemente a la memoria lo que ocurre en la naturaleza, donde los seres vivos nos movemos en un medioambiente (nuestro contexto) de circunstancias que resultan de nuestras interacciones mutuas y de nuestros intercambios con un medio inerte del que extraemos los recursos necesarios para nuestra supervivencia (y en el caso de una parte de seres humanos, incluso más allá de nuestras necesidades básicas).
Y en el momento en el que pienso todo esto recuerdo la ilustración de mi libro escolar de Ciencias Naturales y en mi cerebro surge la idea de tratar el discurso (los tipos de textos, para entendernos, ver acepciones 9, 10 y 11 del DRAE) de las ciencias ambientales como si de un ecosistema se tratara, reciclando de modo metafórico los conceptos básicos de la ecología para observar y analizar mejor los límites, el alcance y las dificultades de traducir (y por lo tanto de comprender) textos sobre medio ambiente.
El uso de los mismos términos y conceptos de una ciencia, como la ecología en este caso, para describir rasgos esenciales de sistemas reales muy diferentes y encontrar leyes generales aplicables a la comprensión de su dinámica es una de las ideas de la teoría general de sistemas, que busca elaborar herramientas que capaciten a otras ramas de la ciencia en su investigación práctica. Así pues, en opinión de Longhi (2012) la ecología se ha convertido en algo así como una metadisciplina que, como señala Guilhaumou (2010), está al servicio de un enfoque cada vez más dinámico de las relaciones entre los hombres, las lenguas y su entorno.
Sin ninguna pretensión ecolingüística, quiero simplemente pedir prestados ciertos conceptos y términos de la ecología para subrayar la importancia de tener en cuenta los contextos de un texto valiéndome de la metáfora medioambiental como hilo conductor previo a cualquier intento de comprensión de textos más o menos especializados sobre temas de ecología y medioambiente.
El medioambiente, la naturaleza y el desarrollo sostenible son fuente de discursos muy variados, que van desde el artículo científico especializado a la comunicación ecologista que milita por una sensibilización social urgente en cuestiones medioambientales. Estos temas están cada vez más presentes en nuestra vida cotidiana, de modo que se insertan en la complejidad del discurso científico. Considerado como un todo, este discurso sería asimilable a un ecosistema natural de contornos y geometría variable según los individuos de sus biocenosis (productores y consumidores de contenidos científicos, divulgadores como "descomponedores" que descodifican la jerga especializada para el público de consumidores), su biótopo (contexto y complejidad lingüística) y sus múltiples interacciones y flujos de materia y energía (componente pragmática y contexto socioeconómico y cultural).
Conviene por lo tanto recordar que el preconstructo cultural de los autores científicos tiene una importancia nada despreciable en la biocenosis del discurso de la ciencia y del medioambiente, como ya observaba Fleck en su "Génesis y desarrollo de un hecho científico" (1934), para quien la producción y la validación de los conocimientos científicos no pueden ni deben realizarse al margen de la sociedad o de la cultura. Como apunta Fanny Rinck (2010), "los hechos científicos no se dan objetivamente sino que se construyen colectivamente". Queda claro entonces que la coexistencia en nuestro ecosistema discursivo de "distintas especies" con distintos objetivos, necesidades y capacidades (preconstructos culturales) provoca fenómenos:
- De competición (por ejemplo, la pugna por publicar en revistas especializadas de alto impacto)
- De predación (por la financiación de estudios y proyectos, por ejemplo)
- De parasitismo (bien ejemplificado por el plagio y la proliferación de contenidos pseudocientíficos)
- De comensalismo (como las becas de investigación, por ejemplo)
- De simbiosis (con el clásico ejemplo de autor-traductor)
- De mutualismo (como los proyectos interdisciplinarios o los trasvases entre científicos y emprendedores)
Igual que en la naturaleza, estas relaciones crean equilibrios muy inestables en los que rápidamente una especie dominante puede convertirse en dominada, y viceversa. Un ejemplo claro es la presión que actualmente ejerce un público (en su mayoría no especializado) especialmente interesado en temas de medio ambiente y desarrollo sostenible, que hace que los productores de textos basculen hacia la ecoimpostura y reorienten su discurso en busca de aceptación pública. Sin embargo, este nuevo contexto también beneficia a los actores de la divulgación científica, que han comenzado a explorar nuevos géneros y formatos de comunicación (cómic, audios, vídeos, redes sociales, puestas en escena teatralizadas...) sobre temas de ecología. Como frente a todas las modas, Parrenin y Vargas (2020) recomiendan prudencia frente a esta avalancha de divulgación en el ámbito medioambiental, ya que su estudio del tratamiento de la biodiversidad relacionada con el cambio climático muestra que "si bien ciertos discursos divulgativos hacen gala de un rigor científico ejemplar, otros están más orientados".
Respecto a los factores abióticos, me interesa destacar, por su carácter perturbador y artificial, a dos en particular: la contaminación y el acúmulo de deshechos. La contaminación de nuestros ecosistemas naturales puede asimilarse a la influencia de otras lenguas sobre nuestro idioma materno (sobre todo el inglés en el ámbito científico, pero de esto ya publicaré otras entradas) y los deshechos son toda la basura lingüística (gramatical, ortográfica, tipográfica, semántica) y los errores conceptuales que pueden acumularse en algunos textos.
Almería, 25 de julio de 2020
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